El Kangeiko, literalmente “entrenamiento con el frío”, es una tradición entre los
artistas marciales de Japón. Su significado es el de someternos voluntariamente a un
ejercicio de dureza física en condiciones de clima adversas para fortalecer nuestra
determinación, entrenar nuestra capacidad de concentración en circunstancias
extremas y superar nuestros miedos, construyendo así una mente más fuerte, con
mayor capacidad de resistencia al estrés, adiestrada para vencer las constantes
acometidas que nos arroja la vida cotidiana.
A nivel espiritual, existe la creencia de que el mar es un “purificador” de
energía, por lo que se da la bienvenida al nuevo año con un baño en el agua helada,
que depura nuestro cuerpo de toda energía negativa. De esta manera, como en
muchas otras tradiciones culturales, se da de nuevo comienzo al ciclo, con espíritu
renovado, olvidando todo aquello que nos perturba, con el compromiso de regenerar
nuestras emociones, para continuar nuestras vidas con una nueva perspectiva más
optimista, que nos permita dejar atrás aquellos sentimientos que impiden que
avancemos en nuestro Camino, olvidando así todo impulso negativo que se opone a
nuestro crecimiento personal y a nuestra felicidad individual.
Podemos entender esta
metáfora existencial como una forma física en la que nuestra mente acepta el cambio
y se predispone a vaciarse de las emociones negativas que la esclavizan y le impiden
“ver” con claridad. Todo miedo, preocupación y sentimiento negativo, queda olvidado
en el mar.
El Kangeiko es un entrenamiento en la Naturaleza. Si has entrenado Karate en
un entorno natural, sabrás que es una experiencia diferente y reconfortante. El
entrenamiento en la intemperie estimula los sentidos, proyectando en nuestro espíritu
unas emociones a menudo dormidas, que despiertan en nuestro interior una sensación
de bienestar, y nos recuerdan nuestra verdadera esencia. Un estado de calma y
felicidad sencilla, que nos hace tomar consciencia de que formamos parte de un
entorno más grande, en el que todo está conectado. En este ambiente, nos resulta
más fácil respirar, y sentir la plenitud de la existencia.
Entrenar en la Naturaleza también nos brinda la oportunidad de descubrir los
pequeños detalles de los que eran conscientes los guerreros de antaño, de los que
podemos encontrar consejos, por ejemplo, en el Libro de los Cinco Anillos, de
Miyamoto Musashi, o en El Arte de la Guerra, de Tsun Zu, en los que los autores hacen
referencia a las condiciones del medio, como el nivel del terreno o la luz del sol al
luchar con un adversario.
A menudo olvidamos que el suelo no es llano, y ni siquiera
está “acolchado”. Todas estas pequeñas variables eran de suma importancia
antiguamente y no es despropósito detenerse de vez en cuando a observarlas, sobre
todo porque obligan a nuestra mente a mantenerse alerta sobre el más mínimo
detalle, y es una manera más de entrenarse en la vía de la perfección, que no puede
KANGEIKO
alcanzarse nunca, pero que nos permite, mediante la práctica constante, situarnos
cada vez un poco más cerca.
Por último, el Kangeiko es un encuentro de karatekas, en el que hacemos algo
juntos que forma parte de nuestra pasión, y que podemos vivir de una manera especial
en un día diferente. Asimismo, es también un reencuentro con karatekas con los que
habitualmente no podemos coincidir en los entrenamientos, y con karatekas que por
circunstancias actuales no pueden venir a practicar al dojo, pero este día hacen el
esfuerzo de reunirse con sus compañeros y practicar el Arte del Karate compartiendo
con ellos la misma pasión y energía.
En Okinawa, algunas escuelas prolongan esta práctica durante los tres meses
de invierno para fortalecer el espíritu. Nosotros lo hacemos una vez al año. No
dejemos que se pierda esta tradición, que refuerza los valores del Bushido en nuestra
vida moderna y a menudo caóticamente desbocada. Abandonemos por un momento
nuestra línea de confort para dedicar un instante a fortalecer nuestro karate interior.
Os invito a participar de esta experiencia valiosa, que siempre merece la pena revivir.
Os espero entre tierra y agua. Bienvenidos al Kangeiko.
Samuel Martínez
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